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Capítulo 6: competencia vs competitividad

Conviene tenerlo claro: en la Escuela Activa no trabajamos para hacer niños competitivos, sino seres competentes. Estamos persuadidos de que formar niños que ven un rival a vencer en cada compañero puede llegar a hacer personas exitosas, aunque no necesariamente felices y realizadas. Aspiramos a que el niño se esfuerce, trabaje y se prepare para ser superior cada día ante sí mismo, no para rivalizar con sus compañeros convertidos de alguna manera en enemigos a vencer.

 

Difícilmente podemos no condenar la agresividad y la violencia que en tantas y tan variadas formas nos acosan. Junto con la condena a ello, deberemos tener en cuenta que la violencia y la agresividad son en buena medida el resultante de la educación dramáticamente competitiva, tan proliferada en la sociedad contemporánea. No estamos en contra de la excelencia, del ascenso del hombre hacia dimensiones superiores. La excelencia la contemplamos como el objetivo del ser humano que ha integrado todas sus facultades y aptitudes, lo cual solo conseguirá si no subordina el ser al poseer, el vivir al existir. Pero sí condenamos la formación conductista fundada en la competitividad, el elitismo, el racismo, los dogmas y fanatismos y tantas formas de pseudovalores que aplastan la sensibilidad y la inteligencia del niño. Y dejan sólo al descubierto las formas más primarias de su persona.

 

Con base en ello, la Escuela Activa aspira a coadyuvar a la formación de seres pensantes, críticos, éticos, honestos y solidarios que se identifiquen con las causas superiores de la conciencia y el espíritu. Decimos que coadyuvamos, esto es, ayudamos y nos solidarizamos, con los padres que procuren para sus hijos esta forma de educación. Pues en ningún momento debemos perder de vista que, en principio y finalmente, son los padres y es a ellos a quienes compete la educación de sus hijos.

 

De allí que le adjudiquemos tanta importancia a que exista una clara y total identificación entre los fundamentos educativos de la escuela y los del hogar. Esta identificación principia con el respeto a las normas. Si las que rigen el hogar y la escuela son afines el niño no sentirá el derecho de violarlas. Más bien él mismo procurará que sean respetadas pues esto le representa seguridad.

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