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Capítulo 3: el trabajo

La ESCUELA ACTIVA es un centro de trabajo. La razón de ello es que toda propuesta educativa que se respete deberá estar siempre vinculada al trabajo, entendido éste como la acción que pone en juego todas las formas de energía : física, artística, intelectual, moral.

La educación convencional, excesivamente formalista, vertical y autoritaria, ha dejado huellas dolorosas en muchos adultos. Son éstos quienes querrían eximir a sus hijos de la escuela del trabajo porque asocian éste con el castigo, la represión y la venganza. Es éste el origen de los niños tristes, apáticos y pasivos que desde muy temprano muestran rechazo hacia la escuela.

 

Cuando el trabajo es en exceso repetitivo, memorístico y además se le usa como instrumento de castigo, lo natural es que el niño lo rechace o cumpla con él a la fuerza. Pero si el trabajo escolar pone en juego la energía creativa de toda índole que es propia del niño, entonces éste se apasionará ilimitadamente con el juego-trabajo. Al encontrarlo gratificante y vivirlo con interés, el niño estará en condiciones de involucrarse hasta lo insospechado en esta acción, que es precisamente lo que educa, por cuanto pone en práctica las facultades todas del educando. En la ESCUELA ACTIVA sí es permitido -y también recomendable- que los padres entren a las aulas a observar. En la mayoría de los casos se sorprenderán al encontrar grupos de niños que trabajan jubilosamente en las más diversas cosas: un periódico mural, una conferencia individual o en equipo, un experimento de biología en el laboratorio, un trozo de recta histórica, un texto libre, una ilustración en la que el colorido salta y recrea la vista, una asamblea de grupo, etcétera. Todo ello forma parte de un conjunto de técnicas ampliamente experimentadas en la propia escuela y que son precisamente el sustento pedagógico de la institución.



En la escuela tradicional la técnica más socorrida -si así se le puede llamar- es aquella en la que un maestro verbaliza durante varias horas al día sobre tópicos que en la mayoría de los casos no suscitan la mínima atención del alumno, aunque éste aparentemente escuche rígidamente el discurso. El aprendizaje resultante de esta inveterada acción docente es a menudo deplorable. Cómo no calificarla sí en tanto el niño no tiene absolutamente ninguna participación en semejante forma de aprendizaje. Pero si al mismo niño, sin importar su condición social, económica o cultural, se le da la oportunidad de investigar el tema, de ampliarlo, criticarlo, ilustrarlo y exponerlo verbal y gráficamente, ese mismo tema se convierte en la rica materia prima objeto y razón de ser del trabajo. Freinet, a quien ya mencionamos como nuestro faro de luz en la ESCUELA ACTIVA, dice al respecto del trabajo: "Para mí, la educación del trabajo rebasa con mucho la mera concepción del esfuerzo del hombre. Es a la vez motor estimulante y finalidad para la grande y múltiple empresa de la vida. No sólo es un medio de prepararnos para producir la riqueza social; es también un aspecto individual que, por otra parte, no podríamos separar y que distinguimos por necesidad explicativa. Mediante el trabajo-juego, el niño, y también el hombre, aspiran, conscientemente o no, a conocer, a experimentar y luego a crear, para dominar la naturaleza y su propio destino."

 

Sigue hablando Freinet: "El niño tiende naturalmente a subir del trabajo primitivo a la actividad diferenciada, a fin de llegar hasta el conocimiento intelectual, a la cultura filosófica y la concepción moral de la vida. Realizará esta ascensión tanto más pronto y con tanta mayor maestría cuanto mejor constituido esté; inclusive se detendrá quizá en el camino si sus facultades no le permiten ir más adelante. Pero una parte del trayecto quedará al menos franqueada y ciertas facultades se habrán desarrollado. La escuela habrá dejado su huella eminente hasta en los anormales y los disminuidos...El hombre está hecho de tal modo que -y esto a la vez constituye su debilidad y su grandeza- no sabe acomodarse a la facilidad y, cuando se acomoda, ha abdicado ya trágicamente ante la vida."

 

Un párrafo más al respecto, dedicado particularmente a madres y padres sobreprotectores que confunden la escuela activa con la escuela del facilismo, la justificación a priori y la supresión del esfuerzo: "El hombre busca siempre la dificultad; está en su naturaleza el superarse sin cesar, el conocer el porqué de las cosas, el plantearse problemas y buscarles solución. Esta tendencia es natural y sólo una pedagogía mortífera ha podido aniquilar así las posibilidades innatas del niño."



Detengámonos un momento ante esto de "pedagogía mortífera" a la que alude Freinet. Se está refiriendo concretamente a los padres, a los maestros, a las instituciones que subordinan el trabajo al inocuo estar a gusto, a las innecesarias "libertades" y "licencias", a las absurdas gratificaciones con las que se pretende inútilmente reemplazar la irrenunciable manifestación amorosa.

 

Tenemos que recobrar el instinto. Reeducar las diversas piezas del organismo. Reabrir los trayectos obstruidos u obstaculizados por dogmas y formalismos atávicos en la educación. Tenemos, en fin, que restablecer ese circuito que, mediante un juego suave y sin deterioro, conduce las funciones primarias hasta las emanaciones ideales, que son el esplendor constructivo de nuestra personalidad. No habrá entonces funciones viles y materiales, por una parte, y funciones nobles y superiores, sino una función única que lleva a la exaltación máxima de nuestro ser. Esta función se llama TRABAJO. Toca a los educadores llevar adelante, mediante la organización escolar y en armonía con los padres, la cultura psicológica y física, la cultura artística y moral, la cultura intelectual a manera de fundir, mediante el trabajo, todas esas disciplinas, arbitrariamente separadas por élites intelectualoides, en un bloque unificado y animado por el propio trabajo, entendiendo éste como la única alternativa para el ascenso, el crecimiento y la realización.

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